Dejaste caer desnuda y abierta tu mano en la mía,
y así me mostraste todos tus caminos,
los silenciosos e imperiosos caminos de la sangre,
mientras la tarde moría suavemente.
Y allí fui juramentado - prendiendo despacio una flor a tu vestido -,
tu caballero constructor de murallas.
Mi piel contra las grietas del tiempo,
mi nombre contra la oscuridad inevitable.
La noche nos alcanzó,
e inmóviles fuimos bautizados por la luna.
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