miércoles, 23 de enero de 2008

PROYECTO - 0 -


Se ha hecho un silencio blanco en todos los ojos.

Todas las paredes y todos los papeles estallan bajo el peso vacío de cien mil signos, que gritan todas nuestras traiciones, todos nuestros pactos.

Y entonces, justo antes de la náusea, el jefe indio, -so polite- , me invita a bailar un waltz en su tipi.

“Tatoo your I.D.” - me dice, mientras me recuerda cómo me dolía la primera vez, cuando la luz, como una navaja de piedra, grabó mi figura en mi frente de niño.

¿Siempre es así?, quiero decir, siempre beso tu nuca en lugar de tu vientre, tu sombra dura más que tu voz, mis gestos son en el aire lo que intentaban ser en la piel.

Es entonces cuando viene - roja, azul, amarilla -, la tentación del silencio, pecho cálido de mujer que promete más de lo necesario, y sostiene que él es la noche, y el punto final, mendaz como un pecho de mujer, y siempre ligero y distraído.

Y es así que me he prohibido andar, y busco al miedo en el miedo, asombrado de mi propia arrogancia, con toda la fe puesta en el gris, en la exactitud del frío.

Si pudiera recordar mi muerte.

Si pudiera recordar mi rostro.

Bésame, y escupe los dientes. Dame tus ropas y esconde tus sueños.

Escribe, escribe, escribe.

Y bebe en tu cáliz la sangre que no quisimos derramar, la frase que es más larga que los huesos, la invitación que seduce más que la mentira.

viernes, 18 de enero de 2008

OBRA DEL TIEMPO EN LA PIEL


Obra del tiempo en la piel, que se hace gesto lento y preciso.

Y ese amable descreer de la noche y el alba,
y ser por fin sólo tierra y mediodía.

Haber aprendido a habitar la casa propia, cada vez más pura y vacía.

Hacer un surco silencioso de cada movimiento,
una marca y temblor en la frente, sin que nada se mueva en el aire.

Dar sólo pasos del centro al centro.

Y tener en los ojos todo el espacio,
y llegar así a cada cosa con la suave perfección de la muerte,
que termina la obra y la sanciona.

Después , ligero en la tarde , pasear y dar nombre
al niño que aguarda bajo los caminos y cielos que siempre fueron nuestros.

Sólo silencio, sólo nombre. Sólo presencia, sólo piel.

lunes, 14 de enero de 2008

ENTIERRO DEL A-MOR


Cuando un amor se muere, hay dos muertes.

Dos muertes e infinitos muertos.

Entonces es mejor arrancarse la lengua y colgarla en la pared.

Llegar hasta el territorio de la estatua.

No llorar vanas lágrimas de sal sobre una piel que ya es todo olvido.

Mejor hacer un cesto y romperse los ojos y repartir los cristales

a los niños ciegos que gritan y gritan en la noche.

Mejor deslizarse como un asesino,

y por la espalda, en silencio y a traición,

matarse la imagen y darla al fuego.

Y entonces, desnudo como el frío,

aguardar inmóvil en el callejón de la serpiente,

hasta ver pasar al hombre que reparte nombres

grabados sobre muñones.

Esperar a que amanezca y apagar el último cigarrillo

sobre la mano abierta.

Sobre la mano entregada.

Sobre la mano abierta y entregada.

jueves, 10 de enero de 2008

DIEZ AÑOS


Sí, es nostalgia, nostalgia como una playa blanca y ardiente en el silencio, en donde tus pasos susurran y quedan.

Allí tuvimos diez años, perfectos diez años de ojos desbordados, de piel resonante.

En un sólo momento, ahora la puerta se cierra, la llave cae y se pierde, y nos unimos a la fila.

Pero el recuerdo insiste, terco, insomne, y sabemos que fuimos el espejo de la tierra,
todo venía a mirarse en nosotros y nos preguntaba su nombre.

Nosotros sonreíamos, o mirábamos, o nos marchábamos.

Y nunca, nunca , dejábamos huellas, reyes sin palabras, ansiosos y discretos,
con la vista puesta en la puerta, en la llave, en el fondo del jardín, traidores alegres y confiados.

La puerta se cerró, finalmente, y se quedaron los zapatos junto a la cama, solos,
esperando nuestro regreso.

Y la luna y la tarde densa, y los fantasmas y todos los nombres quedaron atrás, tras la puerta,
en el jardín cerrado.